Este rojo solo está en tu cabeza

José Manuel Gavilán Ibáñez
Investigador del Departamento de Psicología
jm.gavilan(ELIMINAR)@urv.cat
Vivimos en un mundo vívidamente coloreado. El azul del mar, el verde de los árboles o el rojizo del atardecer. Pensamos que el color es una propiedad fundamental de los objetos del mundo, pero, en realidad, es una «ilusión» que ocurre únicamente en nuestra mente, no es una propiedad primaria de la realidad objetiva
El estímulo que nos permite ver los colores es la luz, una radiación electromagnética que puede producir una fuente natural, como el sol, o artificial, como una bombilla. La luz consiste en unas pequeñas partículas de energía llamadas fotones que viajan por el espacio a una velocidad muy alta. En el viaje, estas partículas generan unas ondas, es decir, emiten determinadas vibraciones u oscilaciones por segundo que se llaman frecuencia o longitud de onda.
La luz se proyecta sobre los objetos, que absorben unas longitudes de onda y reflejan otras. Las longitudes de onda reflejadas por los objetos son las que llegan a nuestra retina. Una vez en la retina, las diferentes longitudes de onda contactan con unos receptores llamados conos. Tenemos tres tipos de cono, cada uno compuesto por una sustancia química que reacciona de forma específica a la velocidad de los fotones. Por tanto, nuestros conos son particularmente sensibles a las longitudes de onda corta, media y larga. Cuando la luz reflejada por los objetos llega a los conos, convierten las longitudes de onda en señales eléctricas que serán interpretadas por las áreas corticales de la visión.
Cuando un tomate es iluminado por una fuente de luz, absorbe las longitudes de onda corta y media y refleja selectivamente las longitudes de onda larga. Por tanto, las únicas longitudes de onda que llegan a la retina son las largas, que, una vez convertidas en señales eléctricas, son interpretadas por el cerebro como «rojo» mediante una serie de cómputos complejos. El tomate aparece rojo en nuestra conciencia no porque sea rojo en el mundo, sino por la forma que tiene nuestro sistema visual de funcionar, que diferencia psicológicamente las longitudes de onda que llegan a la retina.
En el reino animal no todas las especias ven en color. Hay animales como las ballenas que solo tienen un tipo de cono y ven al mundo en blanco y negro. Los perros o gatos tienen dos tipos de cono y perciben los colores de forma similar a una persona daltónica. También hay animales, como las aves rapaces, que ven los colores de forma más enriquecida, porque tienen cuatro tipos de cono diferentes.
Por tanto, el color es un efecto especial que nuestra psicología añade a los estímulos del mundo. No es una adaptación caprichosa. En nuestra historia evolutiva, la visión en color nos ha proporcionado ventajas en la búsqueda de alimento, emparejamientos o relaciones sociales. Debemos entender el desarrollo de la visión en color y de la percepción en general como la forma más apropiada que ha encontrado la naturaleza para adaptarnos al planeta Tierra. Es decir, en términos naturales o evolutivos, no es tan importante captar la realidad exactamente tal y como es, sino captarla de forma que sea útil para la adaptación y supervivencia de un organismo.